Al fondo a la derecha es un libro-objeto de esos que se llevan ahora. Tanto, que se presenta en un blister, más propio de una ferretería que de una librería. Los libros de diseño compiten cada vez más en la presentación y en el alarde que en el contenido. Belén y Pablo son Cuatrotuercas, y del libro hacen también puesta en escena de su estudio. Parece que todo es recopilable, al menos en lo que se refiere a los libros, y lo de recoger las imágenes de los iconos y pictogramas que señalizan los baños en lugares públicos es novedoso, cuando menos. Ellos lo llaman "síndrome de Diógenes digital". Hay lugar para lo kitch, para el humor, para la sencillez y para la parafernalia. En total, más de doscientas puertas fotografíadas en Tailandia, París, Bolivia o París. Puestos a buscarle un pero, la calidad de las reproducciones está en el límite de lo correcto. Es evidente que las condiciones en que se realizaron las fotografías no serían las óptimas.
Al fondo a la derecha. Belén Sánchez y Pablo Macías. Ed. Cuatro Tuercas. 256 páginas + desplegable.
martes, 22 de enero de 2008
miércoles, 16 de enero de 2008
A Juli Capella le conocemos los diseñadores y los arquitectos sobradamente. Le hemos tenido como referente cuando siendo jovencísimo dirigió las primeras revistas de diseño en este país. Su personalidad amable, su ingenio mordaz, su inteligencia rápida y su conversación, sobretodo su conversación, hacen de él un imprescindible. Además es mediático, lo que le lleva a saltar por encima del ámbito endogámico profesional para ser eso que llaman "personaje público", ya sea como habitual columnista en el Periódico de Catalunya, o como opinante televisivo. Es un gestor eficacísimo, que la política catalana se deja escapar porque su nacionalismo es inteligente, o sea que no lo es tanto, y la estatal también supongo que porque él así lo quiere. Pero si alguien me preguntara a quién pondría como gestor político, Juli sería siempre mi favorito.
Pero hay otro Juli Capella, el arquitecto, que forma estudio con Miquel García. Y a ellos, a su trabajo, los teníamos menos definidos. Así, este libro que recoge su trabajo de los últimos quince años es un ejercicio de puesta escena, que nos descubre la solidez y la versatilidad de su trayectoria. 25 obras y proyectos se presentan ampliamente documentados con las excelentes fotografías de Rafael Vargas: edificios de oficinas, hoteles, centros de ocio, auditorios, viviendas... y sin embargo, lo mejor está en los textos. Porque este no es un libro de arquitectura ni para arquitectos, sino que trata de la relación de los edificios y las personas. No se habla del cómo se han hecho sino del porqué se han hecho. Con una constante, que aunque subyacente, es casi obsesiva: la arquitectura que mejora la calidad de vida, el bienestar, la felicidad de las personas.
Rastro. Capella García Arquitectura. 240 páginas. Español -inglés.
Hay una fiebre que cuesta compartir por los recopilatorios, pero que debe dar resultados en el mercado siempre difícil de los libros para diseñadores. Viene heredada posiblemente de la publicidad, donde en las agencias se han manejado siempre y ahora más, para tener referencia de lo que se hace y referencias para lo que tengas que hacer. En origen, provenían de los premios y festivales, que funcionaban como criba. A ello se unen de un tiempo a esta parte, otras selecciones: las territoriales, las de paganini... y una que se empieza a repetir, la de personaje: a modo de comisario, alguien con criterio, bueno o malo, realiza la selección de autores y piezas sin encomendarse a nadie.
La fórmula condiciona el éxito al acierto en la elección del decisor, pero tiene a favor que no hay condescendencias, y se evita la mediocridad del comité, una lacra que afecta no sólo a las ediciones, también a los comisariados conjuntos o de exposiciones, a los jurados de los premios, a los concursos públicos de diseño, etc.
La que nos ocupa corresponde a Cla-se. Poco hay que objetar a la selección, escorada si se quiere hacia la propuesta formal frente a los conceptos, pero esa es la realidad de hoy y lo que sorprendería sería que no contagiara en este caso. La propuesta y muestra de las piezas es ágil, a toda página, aunque se echa en falta algo más de literatura que se limita al nombre del estudio, URL y escuetos pies de fotos. Algo que leer y que reforzara el contenido visual no hubiera estorbado.
Hay por contra una queja a la definición. Si el libro se presenta como "entra en el diseño español", cabría esperar que así fuera. Pero no, se vuelve aquí a una incómoda puesta en escena intencionada, en un debate que creíamos superado. Si uno hace una recopilación del diseño español y cuarentaidós son catalanes, siete de Madrid, cuatro de Valencia y otros cuatro del resto del territorio, difícilmente puede argumentarse que ese sea el reflejo de la realidad. Decepciona ver que todavía estamos en ese provincianismo intelectual y torticero que ya habíamos dejado atrás, o eso creíamos.
Por último, una queja como lectores. Los alardes en la producción son elemento común, casi indispensable en los libros que han de brearse en el mercado internacional. Sólo a veces tienen sentido, la mayoría de las ocasiones no aportan nada aunque justifican el precio. En este caso, simplemente no hemos alcanzado a entenderlo: Todas las páginas del libro llevan un pre-troquel de un círculo de cinco centímetros. Evidentemente, afecta la reproducción de las imágenes sin aportar nada. Si damos por bueno que las cosas están para usarlas, tampoco hemos entendido para qué sirve: si desprendemos los troquelados, nos cargamos el libro, sin obtener a cambio nada más que un montón de círculos de papel sin sentido. Si sólo es un recurso estético, no tiene sentido que afecte sustancialmente la percepción de los trabajos. Dígasenos que no entendemos las nuevas tendencias, pero nos parece una boutade.
Esc. ¡Entra en el diseño español!. Varios autores. Ed. Actar. 416 páginas Idioma: ediciones en español e inglés.
La fórmula condiciona el éxito al acierto en la elección del decisor, pero tiene a favor que no hay condescendencias, y se evita la mediocridad del comité, una lacra que afecta no sólo a las ediciones, también a los comisariados conjuntos o de exposiciones, a los jurados de los premios, a los concursos públicos de diseño, etc.
La que nos ocupa corresponde a Cla-se. Poco hay que objetar a la selección, escorada si se quiere hacia la propuesta formal frente a los conceptos, pero esa es la realidad de hoy y lo que sorprendería sería que no contagiara en este caso. La propuesta y muestra de las piezas es ágil, a toda página, aunque se echa en falta algo más de literatura que se limita al nombre del estudio, URL y escuetos pies de fotos. Algo que leer y que reforzara el contenido visual no hubiera estorbado.
Hay por contra una queja a la definición. Si el libro se presenta como "entra en el diseño español", cabría esperar que así fuera. Pero no, se vuelve aquí a una incómoda puesta en escena intencionada, en un debate que creíamos superado. Si uno hace una recopilación del diseño español y cuarentaidós son catalanes, siete de Madrid, cuatro de Valencia y otros cuatro del resto del territorio, difícilmente puede argumentarse que ese sea el reflejo de la realidad. Decepciona ver que todavía estamos en ese provincianismo intelectual y torticero que ya habíamos dejado atrás, o eso creíamos.
Por último, una queja como lectores. Los alardes en la producción son elemento común, casi indispensable en los libros que han de brearse en el mercado internacional. Sólo a veces tienen sentido, la mayoría de las ocasiones no aportan nada aunque justifican el precio. En este caso, simplemente no hemos alcanzado a entenderlo: Todas las páginas del libro llevan un pre-troquel de un círculo de cinco centímetros. Evidentemente, afecta la reproducción de las imágenes sin aportar nada. Si damos por bueno que las cosas están para usarlas, tampoco hemos entendido para qué sirve: si desprendemos los troquelados, nos cargamos el libro, sin obtener a cambio nada más que un montón de círculos de papel sin sentido. Si sólo es un recurso estético, no tiene sentido que afecte sustancialmente la percepción de los trabajos. Dígasenos que no entendemos las nuevas tendencias, pero nos parece una boutade.
Esc. ¡Entra en el diseño español!. Varios autores. Ed. Actar. 416 páginas Idioma: ediciones en español e inglés.
jueves, 3 de enero de 2008
La editorial Calambur marca la diferencia de la edición de poesía en nuestro país. No ya por la elección de los contenidos, que también, pero no es lo que nos ocupa. La poesía representa la lectura por el disfrute, en sentido estricto y por autonomasia, y ahí cobra especial sentido el libro como objeto. Sus volúmenes son, sin grandes alardes, especialmente cuidados en su edición, la puesta en página, el tratamiento tipográfico, la elección del papel...
No podía ser menos este tratado de poesía visual: el papel satinado que garantiza las reproducciones, sin renunciar al ahuesado que lo hace íntimista El reto de embarcarse en esta antología hay que agradecérselo a Alfonso López Gradolí. Un repaso concienzudo a través de cincuenta y siete autores, que se cura en salud con el subtítulo: Antología Incompleta. Todas lo son, pero no está de más aclararlo. Como género es especialmente desconocido, por lo que este volumen se hace imprescindible para descubrir talentos ocultos (ignorancia propia, he de decir). De cada autor cuatro poemas visuales, una nota biográfica y una poética. Suficiente para despertar el deseo de conocer más, que al fin es lo que se espera de un libro como éste.
Y como incompleta, a cada uno se le ocurrirá quién debiera haber estado, y yo no seré menos: Por un lado, Cuca Canals, que en su renacentismo puede quedar escasa y desapercibida su poesía visual, pero es imprescindible, la pura y la que incorpora a su narrativa. Por otro, y esto es debilidad mía, Juan Vidaurre, que quizá porque se mueve poco en el circuito literario pueda haber pasado desapercibido.
Abriendo el espectro hacia la creación gráfica, unos cuantos diseñadores poetas merecerían sobradamente también su hueco: sin dudarlo, Isidro Ferrer, Pep Carrió y Peret, por citar sólo tres.
En cualquier caso, no se interprete como que queramos enmendarle la plana al autor, no lo merece. Su esfuerzo ha sido grande y el resultado exquisito.
Poesía visual española (antología incompleta). Alfonso López Gradolí. Ed. Calambur. Madrid, 2007. 374 páginas.
No podía ser menos este tratado de poesía visual: el papel satinado que garantiza las reproducciones, sin renunciar al ahuesado que lo hace íntimista El reto de embarcarse en esta antología hay que agradecérselo a Alfonso López Gradolí. Un repaso concienzudo a través de cincuenta y siete autores, que se cura en salud con el subtítulo: Antología Incompleta. Todas lo son, pero no está de más aclararlo. Como género es especialmente desconocido, por lo que este volumen se hace imprescindible para descubrir talentos ocultos (ignorancia propia, he de decir). De cada autor cuatro poemas visuales, una nota biográfica y una poética. Suficiente para despertar el deseo de conocer más, que al fin es lo que se espera de un libro como éste.
Y como incompleta, a cada uno se le ocurrirá quién debiera haber estado, y yo no seré menos: Por un lado, Cuca Canals, que en su renacentismo puede quedar escasa y desapercibida su poesía visual, pero es imprescindible, la pura y la que incorpora a su narrativa. Por otro, y esto es debilidad mía, Juan Vidaurre, que quizá porque se mueve poco en el circuito literario pueda haber pasado desapercibido.
Abriendo el espectro hacia la creación gráfica, unos cuantos diseñadores poetas merecerían sobradamente también su hueco: sin dudarlo, Isidro Ferrer, Pep Carrió y Peret, por citar sólo tres.
En cualquier caso, no se interprete como que queramos enmendarle la plana al autor, no lo merece. Su esfuerzo ha sido grande y el resultado exquisito.
Poesía visual española (antología incompleta). Alfonso López Gradolí. Ed. Calambur. Madrid, 2007. 374 páginas.
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